Música de Georges Bizet (1838-1875)
Libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, basado en la obra homónima (1845) de Prosper Mérimée
Estrenada en la Opéra-Comique de París el 3 de marzo de 1875
Estrenada en el Teatro Real de Madrid el 14 de marzo de 1888
Producción de la Opéra national de Paris
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Pequeños Cantores de la ORCAM
Ficha Artística
Dirección musical: Marc Piollet
Dirección de escena: Calixto Bieito
Responsable de la reposición: Yves Lenoir
Escenografía: Alfons Flores
Figurines: Mercè Paloma
Iluminación: Alberto Rodríguez Vega
Dirección del coro: Andrés Máspero
Dirección del coro de niños: Ana González
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Zuñiga: Jean Teitgen
Moralès: Isaac Galán
Don José: Leonardo Caimi
Escamillo: Kyle Ketelsen
Le Dancaïre: Borja Quiza
Le Remendado: Mikeldi Atxalandabaso
Frasquita: Olivia Doray
Mercédès: Lidia Vinyes Curtis
Carmen: Anna Goryachova
Micaëla: Olga Busuioc
La temporada comienza bien
Frente a la temporada del año pasado que comenzó absolutamente torcida por culpa mía, al adquirir un abono absolutamente ciego, esta tiene otro cariz. El nuevo abono funciona y la ópera que para nosotros abre la temporada
resultó muy entretenida: Todo funcionó sin problemas y la verdad es que se disfrutó de la función. Detalles menos positivos, los hubo, pero no empañaron la impresión general de satisfacción de haber presenciado un espectáculo de calidad.
Lo primero que siempre gusta, o al menos a mi me gusta, es que el teatro esté lleno. Ya sé que llenar el teatro con "Carmen" está "chupao". Pero me gusta esa visión desde mi butaca de un teatro a rebosar. Luego la función discurrirá por donde sea, pero el ambiente "pre" función ya está conseguido.
Las primeras notas de la obertura son vitales, en mi impresión general, para mantener esa "magia" absolutamente personal y propia que vivo en los momentos previos. Y la celebérrima obertura mantiene el ambiente.
Se levanta el telón
Y aquí tengo que hacer la penitencia auto-impuesta: Nada más empezar la función ya noté que la "atravesada" puesta en escena (Ya la llevaba pre-juzgada y casi pre-despellejada) me gustaba. No tengo reparos en reconocer que me equivoqué de cabo a general. (se dice de cabo a rabo, pero yo también quiero innovar y que funcione) ¿Y por qué ese cambio? Trataré de explicarme sin enrollarme, que luego se me "enladrilla" la crónica.
En mi opinión la mayoría de las puestas en escena modernas, no solo cambian la época de la acción ,que puede no ser malo, sino que además te cuentan otra historia que nada tiene que ver con la obra que se trata de representar. Y aquí no es el caso. Como bien señalaba la "Co-Autora"(en la sombra) de este blog, Zerlina, en la época que se compone la obra había una "moda" por lo exótico. Y para nuestros queridos vecinos allende de los Pirineos, todo el folclore que va ser introducido en la obra, los toros, el flamenco, etc tenía mucho de exótico....y de bárbaro. Lo que sin duda ayudaba a contar el drama, sumergiéndolo en esa atmósfera tan distinta del mundo civilizado conocido.
Pero hete aquí que el paso de los años ve como todos esos "clichés" se convierten en "Marca España". Ya no hay exotismo ni barbarie. Y es en este punto donde la puesta en escena aporta gran valor a la historia. La sola presencia en escena de la legión, devuelve el ambiente sórdido y truculento necesario. La llegada de Micaela al puesto de guardia rodeada del destacamento legionario ya pone en antecedentes del peligro que corre. Y no hace falta más. Por mucho que les pese a algunos, ha bastado un destacamento de la legión "en su salsa" para insuflar todo el aire dramático que la obra necesita.
El segundo gran mérito de la puesta en escena es darle valor a los contrabandistas, convertidos en las puestas en escena tradicionales en poco más de una versión cómica de "Curro Jiménez". La salida en el tercer acto de los "Mercedes" de los años 70, coches duros donde los haya, con todo el contrabando, al amparo del famoso toro de "Osborne" nos pone en la situación de su verdadera vida: "bajarse al moro" y como en el caso anterior no hace falta más para comprender que su vida no es un juego y que hay peligro de verdad. De verdad que esta parte me encantó, por lo bien lograda que estaba, por todo lo que transmitía, moviendo 5 o seis coches por la escena con las luces encendidas, mientras el resto del escenario estaba a oscuras.
Hay más detalles pero con lo expuesto basta. Y la penitencia está cumplida.
El elenco.
Hoy, excepcionalmente, voy a empezar por los personajes menos protagonistas: Dancairo (
Borja Quizá), Remendado (
Mikeldi Atxalandabaso) , Frasquita (
Olivia Doray) y Mercedes (
Lidia Vinyes Curtis ). Su parte musical me gusta especialmente y no siempre se cuida en la elección de los cantantes para estos papeles. No es el caso de esta noche donde contamos con cuatro voces de primer nivel para estos papeles. Son cuatro voces perfectamente empastadas entre sí y con la voz de la protagonista y gracias a eso la función no queda dividida en la parte de los protagonistas y la parte de los comprimarios, resultando un espectáculo sólido y bien ensamblado.
La parte de
Micaela le correspondió esta noche a
Olga Busuioc, una soprano sobrada de medios que exhibe con generosidad, vengan o no a cuento del papel que interpreta. Posee una voz ancha, con excelente volumen sin forzar excepto en la parte de los agudos, donde aprieta la emisión y como resultado la voz se torna incontrolable. Saca adelante su papel pero echamos en falta, una matización, una caracterización del personaje mas acorde al libreto.
El barítono
Kyle Ketelsen compone un
Escamillo eficaz, tosco, pero eficaz. Su timbre resulta algo pastoso, pero resuelve bien su famosa aria excepto cuando tiene que tirar de graves, que son inaudibles. Mucho mejor que en el aria de entrada estuvo en el dúo con Carmen donde mostró una delicadeza de enamorado muy convincente.
El papel de
Don José le correspondió al tenor italiano
Leonardo Caimi, de timbre bonito y elegante linea de canto. La voz le corre sin problemas, pero desaprovecha unas cualidades que se adivinan pero que no están trabajadas. Canta exclusivamente en voz de cabeza excepto en algunas partes donde baja la emisión y pone en funcionamiento el resonador de pecho. Es en estas partes donde la voz gana y se enriquece con unos armónicos que en la mayoría de desempeño no usa. Y esto es así por que al bajar la emisión no puede con la voz. De normal, solo con el resonador de cabeza el paso no está muy controlado. Hay cobertura pero insuficiente y TODOS los agudos son en voz de cabeza a media voz. Que en algún momento resulte eficaz y hasta acorde con el personaje no quita para que se ponga de manifiesto una importante deficiencia técnica que en el caso que nos ocupa le resta intensidad dramática.
La Carmen de esta noche le correspondió a la mezzo
Anna Goryachova. Una mezzo de buenas condiciones vocales, timbre oscuro, buenas prestaciones en la zona alta y con los graves correctos. No podemos decir que su personaje esté bien perfilado mas bien lo contrario. Canta canónicamente bien, excepto en el aria de salida, donde sea por que no ha vocalizado suficiente, sea porque es de los cantantes "fríos" que tardan en poner a la voz en marcha, salió con la voz metida en la nariz y, algo inadmisible, respirando donde mejor le venía. Detalle este último que volvió a repetir en algún momento mas de la velada. Es una cantante interesante y habría que escucharla en algún papel donde no se requiera tanto desgarro en la composición del personaje.
El coro estuvo excelente. Me parece que en ocasiones abusa de los decibelios, pero en esta función estuvo soberbio. Tanto el coro habitual como el coro infantil.
Buena dirección de
Marc Piollet al frente de la orquesta Sinfónica de Madrid.
Apertil