lunes, 4 de noviembre de 2013

Luces y sombras en la lírica madrileña.

Las sombras
El pasado 26 de Octubre nos acercamos al Teatro de la Zarzuela con la ilusión de refrendar el espléndido trabajo que se está haciendo en cuanto a programación y esfuerzo, dentro de las limitaciones presupuestarias, que los tiempos que corren nos imponen. El programa era doble: "Los Amores de la Inés", rescatado del olvido en el que cayó después del estreno, y "La verbena de la paloma".



 Una notable decepción.
Partiendo de la base que nos parece encomiable rescatar música perdida, también hemos de decir que no toda la música que se rescata es para sacarla a escena. "Los amores de la Inés" es un buen ejemplo de ello. Ni la música, ni el argumento, simple como el solo, ni la parte hablada justificaban el esfuerzo.
Musicalmente tiene cuatro números mal contados, aunque dicen que se cortó mucha parte de la música. Pero si a un argumento simple, le añadimos que los actores no tenían ninguna gracia, y casi carece de música, se explica el aburrimiento soberano que pasamos con esta obra. 
Después del descanso tocaba "La verbena de la paloma" y miramos a ver si nos sacábamos el mal sabor de boca. Error. Aquí los errores no solo venían de la parte hablada, que seguían sin tener la mas mínima gracia, y nos preguntábamos la razón de quitarle el acento madrileño  a dos obras ambientadas en el Madrid más castizo. Eso sí, hablar, hablaban a gritos, que es una costumbre ancestral de la Zarzuela. Y entre que le quitan el gracejo madrileño, y que como actores son poco convincentes, pues ya me dirán.
La puesta en escena.
En "Los amores de la Inés" (Escenografía basada en la pintura de Amalia Avia) la puesta en escena evocaba cualquier cosa menos una taberna. Pero en la "Verbena de la Paloma" se les fue la mano sobrecargando de elementos móviles un escenario tan pequeño como el de la Zarzuela. La sensación era de agobio, aunque se pretendiera evocar el Madrid de la "vistillas", en realidad era una amalgama de elementos móviles que, lejos de dar ambiente, agobiaban.
Luego alguien me tendrá que explicar quién les ha enseñado a bailar el "chotis" a los actores. Eso y la manía de tener tipos en escena bailando, es un decir, flamenco, que terminaban por hacer desaparecer cualquier ambiente "castizo" y proporcionar elementos de distracción a lo que ocurría en escena.
La parte musical.
No voy a personalizar, porque me parecieron casi todos igual de indignos para un teatro con tanta tradición como el que nos ocupa. Solo se salvaron la "Cantaora Flamenca" (Maria Mezcle) y  el "Sereno" (Gerardo Bullón) que fue el que hizo el "señor Alberto" en "Marina" y que tan grata sensación nos causó. 

Fueron los únicos que cantaron con una voz normal, liberada, proyectada, natural. El resto de ambos elencos cantaron todos con voz engolada, nasal y fea al oído. Sin entrar en detalles como la línea de canto o la dudosa técnica de algunos (Enrique Ferrer)



El coro estuvo notable algo que, afortunadamente, no es nuevo.
Y un suspenso monumental a la dirección orquestal de Cristóbal Soler. Porque no es de recibo, no solo el sonido que tanto nos recuerda a una charanga, donde la parte de la cuerda suena "con sordina" por ejemplo, sino que es sonrojante que en más de dos ocasiones la orquesta fuera por un lado y los cantantes por otro, mostrando un sonido disarmónico propio de notas que no concuerdan entre sí por estar completamente desacompasadas.
La temporada de "La Zarzuela" es muy completa y el responsable de ella, Paolo Pinamonti, merece un sonoro aplauso, por el esfuerzo de ofrecer un programa tan completo, pero hay cosas que no se pueden dejar de lado. La orquesta es un ejemplo. Y los elencos, a veces, es otro ejemplo.
Y para terminar. Me encantaría que el Teatro de la Zarzuela cuando avisa de que apaguen los móviles, añadiera que el público se abstuviera de cantar. Porque estoy hasta las cejas de escuchar al "loro" de turno cantar el conocido número musical que está en escena en ese momento. Porque yo no pago para oír al "loro" del público. Y puestos a elegir, casi que prefiero el "politono" del móvil, a est@s emocionados espectadores.
Las luces
Recital de Philippe Jaroussky  acompañado por Andrea Marcon y la Orquesta de Cámara de Venecia.
Programa

Farinelli y Porpora, pupilo y maestro
Nicolo Porpora (1693-1768)
    Obertura de Il Germanico (1732)
   ‘Mira in cielo’ de Arianna (1733)
   ‘Si pietoso il tuo labbro’ de Semiramide riconosciuta (1729)
Leonardo Leo (1694-1744)
    Obertura de L’Olimpiade (1737)
N. Porpora
    ‘Nel già bramoso petto’ de Ifigenia in Aulide (1735)
   ‘Come nave in ria tempesta’ de Semiramide regina dell´Assiria (1724)
Giuseppe Sarti (1729-1802)
   ‘La Tempesta, in tiempo di Ciaccona’ de Armida e Rinaldo (1786)
N. Porpora
    ‘Dall´amor più sventurato’ de Orfeo (1736)
    ‘Le limpid´onde’ de Ifigenia in Aulide (1735)
Francesco Geminiani (1687-1792)
    Concerto grosso en re menor 'La folia'
N. Porpora
     ‘Alto Giove’ y ‘Nell´attendere il mio bene’ de la ópera Polifemo (1735)


El 31 de Octubre en el Auditorio de Madrid pudimos asistir al recital de Philippe Jaroussky  acompañado por Andrea Marcon y la Orquesta de Cámara de Venecia. Teníamos gran curiosidad por escuchar a Jaroussky en directo y salimos encantados del concierto.
Las entradas son caras. Pero a diferencia de las de la Zarzuela que eran mucho mas baratas, estas no me pesaron pagarlas. Es verdad que estamos ante un artista de Élite, pero no es menos cierto que últimamente asistir a una representación, sea de Opera o de Zarzuela, donde poder ir sin temor a escuchar desafinadas como catedrales, tanto de orquestas como de solistas, es misión casi imposible. Y en el caso que nos ocupa tanto la Orquesta de cámara de Venecia como el propio solista nos deleitaron con una interpretación que sólo nos pedía una cosa: Disfrutar de ella. ¿Algún sonido raro? Lo hubo. Pero lo tengo por accidente, así que ni me molesto en comentarlo.




Philippe Jaroussky sings "Alto Giove" from Porpora's Polifemo

Philippe Jaroussky tiene justificada fama como contratenor. Es cierto que en la zona alta de su registro la voz se afona, y que debe prescindir en la medida de los posible de las "arias de bravura" con toda la pirotecnia vocal que llevan consigo. A cambio explota todas las posibilidades que su voz ofrece : La belleza de la voz, la elegancia, la musicalidad infinita que tiene en sus cuerdas vocales, junto a una técnica excelsa que le permite proyectar al infinito las notas, sean a  voz plena, sean  filados casi imposibles, todo ello al servicio de la obra que está interpretando: Es el artista el que sobresale a través de todos sus recursos, incluida una lección magistral del uso del apoyo respiratorio como parte de las dinámicas de su canto. Andrea Marcon y la Orquesta de Cámara de Venecia, fueron el complemento perfecto: El sonido de la orquesta completamente empastado con la voz de Jaroussky ofrecían cuadros de belleza excepcional: Era casi un sacrilegio romper el embrujo de la obra recién terminada con una atronadora salva de aplausos pero ¿Cómo dejar sin premio tal obra de arte? Imposible. Y generosas salvas de aplausos premiaron  el trabajo de los artistas.
Conclusión
La tradición musical madrileña, pese a lo que algún ignorante se ha atrevido a afirmar, es de primerísimo nivel. No tenemos nada que envidiar a otras ciudades con coliseos de ópera reputados. Y es una pena que trabajo duro quede afeado por circunstancias, que deben ser controladas. El trabajo del Teatro de la Zarzuela es excelente, pero debe mejorar el nivel de la orquesta, y elegir con cuidado los elencos. Funciones como la "Marina" con Celso Albelo o Juan Jesús Rodriguez, ennoblecen al teatro. Pero elencos como los mencionados aquí en estás dos Zarzuelas dejan un mal sabor de boca considerable.